–¿Por qué fuiste a Estados Unidos, finalmente, después de tanto tiempo?
–Trabajar con ellos era muy difícil, nunca dije que no iría más. En la época de Mano Negra era muy duro. Ellos tienen una manera de trabajar y nosotros teníamos la nuestra, que era bien diferente. Ahí lo que nos chocó en la época de Mano Negra, todo el business del rock hasta en las bandas donde hay una esencia de la jerarquía, que es como el ejército. Para ellos cualquier persona que no trabajaba como ellos no era profesional, ahora lo que cambió evidentemente es que tienen que aceptar nuestras reglas porque llenamos las salas, porque hay 10 mil personas en Los Angeles, y a partir de ahí nosotros imponemos nuestra manera de trabajar. Y la segunda razón, que con todo lo que estaba pasando con Estados Unidos con la época Bush, se te confunde lo que es el gobierno norteamericano y lo que es la gente. Empiezas a caer en un antiamericanismo primario, que sentí que era el momento de entender lo que pasa ahí, para tener una visión más.
–¿Era una manera de hacer militancia?
–La verdad era el momento interesante para hacer una cierta militancia. Y curioso, aún tengo preguntas sin respuestas. Cuando hacíamos nuestros shows, con nuestro público no era tan curioso porque cuando hablaba de Bush tenía toda la gente conmigo. Estaban de acuerdo con lo que decía. Lo interesante era en los festivales donde no nos conocían, no era nuestro público. El 90 por ciento de Estados Unidos es el público latino, son ellos que están ahí y poco a poco fue mezclándose el público. Llegó más público anglosajón, y entonces haciendo esta crítica frente a un público que no era mío, 20 o 30 mil personas, hasta en Texas, fue bueno. En Dallas, el público era 100 por ciento latino: subió Ciudad Juárez, México, Monterrey. Y sentí super en fase con lo que estaba diciendo. Mi segunda pregunta era ¿cómo es que tanta gente está de acuerdo conmigo y por qué tan poca gente está cada sábado manifestando frente a la Casa Blanca? Mira, yo tengo pasaporte español y francés y son dos gobiernos de mierda, pero si tuviéramos jefes de estado como Bush, cada fin de semana habría medio millón manifestando. Y ahí, lo que pensé es que no hay cultura de manifestar. Sí que la tuvieron en los ‘60, pero ¿la perdieron? Esa es mi pregunta sin respuesta.
–Hay otra manera de militar.
–Ahora llegó Obama, que yo pienso que históricamente cuando fue electo, me emocioné. Simbólicamente bonito. Ahora en la realidad de las cosas, no espero mucho. Lo mejor fue tres días antes de las elecciones, en Londres un taxista negro me dice: “¿a ti el Obama ese no te parece alto nivel pintado de negro?”
–El tema es que se recicla la imagen de Estados Unidos.
–Yo lo veo un poco así también. Creo que hay un lobbie detrás del partido demócrata y republicano que consideraron que había que cambiar los logos y las banderas. ¿Hasta qué punto Obama no es una gran operación de marketing? Que el Partido Demócrata arregló algo algún día, la verdad que no lo vi.
–Desde aquí parecía que tenías ganas de estar ahí.
–Fue el gran consejo de mi madre: siempre hay que conocer bien lo que criticas. Era importante ir ahí, ver qué se estaba gestando. Y una cosa que me impacto del país y que me gustó son los millones de contactos que tomas con el mundo entero. Contactos con la comunidad iraní, la paquistaní, la india, con los polacos, ucranianos. Está el mundo entero en este país. Y en los camerinos había una mezcla donde íbamos increíbles.
–Hace tiempo Rachid Taha decía en este suplemento que estaban en una situación de limbo porque hacer rock en países árabes es imposible, pero a su vez apoyan la causa palestina, por ejemplo.
–Rachid es muy valiente. Decir lo que piensa es difícil, es valiente. El lo vive, hasta cuando toca en los barrios de París, y pregunta ¿dónde están sus hermanas, en casa? ¿Por qué no las traen? Es valiente, es militante de un islam democrático y moderno. Ahora la cosa está complicada.
–¿Cómo es tu relación con el público árabe?
–Bueno, el año pasado fuimos a los campamentos saharawi, al sur de Argelia, donde hay exiliados unas 50 mil personas hace 30 años, y fuimos ahí, tocamos con Majid, y un amigo argelino de París, y a los dos días de estar en ese campamento en el medio de la nada pensaba, qué nivel de educación de los niños, increíblemente bueno. Nos quedamos impresionados con eso. Los niños, hasta en los barrios de París, nadie puede con ellos. Y los chavalines refugiados profesan un islam de una tolerancia linda, la relación entre la mujer y el hombre, chapeau. La reflexión es que está todo Europa muerta de miedo con el integrismo, y un pueblo que tiene la solución, que es la gran solución del islam moderno, lo tienen abandonado en el medio del desierto. Están ciegos. Estamos a muerte con la causa saharawi.
–Es que occidente apoya las democracias arbitrariamente.
–Es lo que pasó en Palestina, toman la bandera de la democracia, dicen que la democracia lo va a arreglar todo, pero cuando un régimen islámico gana democráticamente, ahí no vale. En Argelia pasó eso, a mí no me gustan quienes ganaron, pero Estados Unidos dice ahí no vale.
–Pasó con Salvador Allende en Chile.
–Y pasó con el Hamas, que a mí no me guste, no les tengo ningún cariño, pero la democracia es la democracia. Y en Gaza ganó Hamas.
–¿Y desde la composición, en qué momento estás?
–En estos tres últimos meses poca pluma, será que estoy enamorado. Tengo mucha canción preparadita, pero no sé qué voy a hacer. Tengo esas rumbitas preparadas, con los musicarios, lo del portuñol también, aún no lo grabo porque quiero trabajar más el texto, por ahora me lo guardo y también por falta de tiempo. Y lo que acabé últimamente, es lo de la Colifata y lo del hijo de Amadou & Mariam, y lo mío sin mucha prisa. Tengo mucha confianza en las canciones que funcionan de bar perfectamente. Debe haber miles de versiones en Internet, pero no están grabadas oficialmente.
–Bueno, oficialmente... se está desdibujando el concepto de disco.
–Sí, no sé cómo sacar el disco, si canción por canción o qué. Como no estoy en el proceso, por ahora ni idea.
–Hace tiempo decís que tu carrera está detrás tuyo. El público pide algo.
–Sería incapaz de responder a ese pedido, yo no decido cómo componer. A mí me llega como me llega. Escribir sigue siendo una felicidad. Hay canciones buenas, de calidad, bah, a mí me gustan. Tengo orgullo. Si te sale en un bar con guitarra y voz y a la gente le gusta, entonces funciona. Más que todo en bares donde la gente no sabe quién eres.
–¿Y encontrás esos bares, todavía?
–Hombre, hay que evitar los bares de juventud. Vas a los bares de los viejetes, en Brasil tampoco soy tan famoso, un bar de viejetes, tranqui, y todo bien. Hasta en Barcelona con Majid cuando salimos, vamos a los bares que nadie nos conoce, el dueño nos mira mal, y es interesante. Nos gusta así. Y a la hora ya llega un chavalín, empieza el móvil y a la media hora me tengo que ir.
–¿Y te cansa?
–No, me encanta. Aunque añoro...
–¿...no tener que irte de los lugares?
–Cuando me voy de un lugar a otro y aguantamos un rato y bienvenida la avalancha. Pero cuando llegan los chavalines a tocar, les dejamos el público y nos vamos a otro bar. Es surfing, a mí me gusta. Siempre es de buena gente, no me voy a quejar porque es sólo amor. El problema es lo masivo.
–¿Qué añorás, decías?
–Voy a decir una burrada, lo pensaba en estos días. Mucha gente en la calle me dice: qué vida tan buena que tienes y es verdad, comparado con la rutina que puede tener otro... Uno siempre quiere lo que no tiene, pero unos cinco o seis días de rutina me encantarían, sabes.
–¿Trabajar?
–No cambiar de vida, la rutina.
–¿Grabar un disco es rutina?
–En mi caso no porque grabo aquí, allá. Pues no sé, yo voy a la playa a Brasil y no hay rutina. Y cuando digo bueno, voy a descansar, me llega la pandilla del reggae del pueblo de al lado y voy. Voy una vez al año, qué voy a decir ¿estoy cansado? Estoy dos días en el lugar que pienso que voy a descansar, que llegan los colegas del barrio, la banda de reggae de los pescadores y a los dos días estamos montando el pollo. Y feliz, pero no encuentro el lugar de la rutina. Y yo no puedo defraudar.
–¿Sentís esa exigencia?
–La única exigencia es física, pero yo he aprendido a cargar muy rápido las pilas.
–¿Cómo te llevás con las críticas, sobre todo las que corren por izquierda?
–Me pegaban de juventud, con Mano Negra. Las críticas en los periódicos me dolían en el alma. Las escucho y trato de digerirlas, pero no me hago úlcera, no. Ni me hago una montaña cuando llega uno diciéndome ¡eres lo máximo! ni cuando viene uno a criticar. Tengo mi caminito, sé lo que estoy haciendo y mi balance lo hago cada noche. Y sé que tengo gente cerca de mí que si vieran un camino feo, errado me lo dirían bien clarito. Gente que trabaja conmigo, que me quiere y si yo estuviera perdido no aceptarían trabajar conmigo.
–¿Tenés algún miedo?
–Tengo miedo a como va este mundo, al mundo que voy a dejar a mi hijo. Un miedo sereno porque esto es así. Es un miedo asimilado. Resignación no, eso sería terrible, pero hay una lucidez que es evidente, el legado que hemos dejado va a pasar factura. Esto es una lucidez que duele.
–Es que la lucidez duele.
–Hay una frase que dice que la lucidez es la herida más cerca del sol.
–¿Pero las críticas que hizo hace tiempo Fito Páez, por ejemplo?
–Hay algo que quiero decir aquí: hay mucha gente que empezó a hablar diciendo que era antichavista, que en Mar del Plata no subí al escenario. Bastante prensa de derecha manipuló eso. Y eso no es verdad. No soy chavista porque nunca fui de nadie, pero la revolución venezolana la recontra apoyo. Y el hecho de no haber subido al palco, es bien diferente. Mucha prensa manipuló por aquí y no me gustó, fue manipulación total. Al proceso venezolano lo sigo apoyando con sus victorias y errores. No es lo mejor de lo mejor pero no estoy en contra para nada. Ahí no hay nada resuelto, pero lo que vi del proceso me llegó.
–¿Y por qué no subiste al palco, entonces?
–Nunca consideré que los palcos eran mi lugar. Estaba el Chávez, el Diego, yo estaba donde pensaba que tenía que estar. Fuimos a la mani con Karamelo ahí, como ciudadanos y no me interesaba estar en esa. Ni el proceso de esa cancha me necesitaba para nada. Y yo soy muy tímido. No era mi lugar. Pero la prensa lo tomó como una crítica que hacía, y no es verdad. Estuve en las calles manifestando.
FOTOS: ANTONIO GARCIA LARRETA
*Fuente: Página12
Etiquetas: artistas, otro mundo es posible
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